domingo, 26 de diciembre de 2010

AnibalF y los padrinos mágicos


Otra vez el muñequito de madera preferido de este gobierno de corruptos.


Otra vez, AníbalF, Jefe de Gabinete. Presente. Sí, levanta la manito gastada de contar billetes “regalados” y no puede ni quiere esconder los hilitos que lo mueven. En realidad, no le incomoda ser una marioneta. Hasta debe agradecerlo, y es que su cabecita retrógrada y básica no sabe ni puede hilvanar un discurso propio y mucho menos, constructivo. Ser marioneta, al menos, le da un poco de personalidad. A él le encanta vestirse de soldadito, limarse la lengua con los zapatos de su dueño de turno y salir a la arena, cual gladiador de un Coliseo berreta, de cuarta; ése el de las arenas de la política argentina. Triste Coliseo. Tristes arenas. Allí no hay siquiera una gota de sangre, solo mierda y más mierda, y lametones, y puñaladas por la espalda, jamás de frente, eso ha de estar prohibido. No podía ser de otra manera.

Resulta que ahora, este personajillo que parece haber salido de un cuentito trastocado de los hermanos Green, agregó a su flaco diccionario de léxico, una palabrita que utilizó su señora dueña la presidenta CristinaK. ¿Cómo es eso? Nada complicado de explicar. Ella – la presidenta, viuda de Kirchner, heredera de sus millones – acusó, días atrás, a la oposición – léase aquéllos que no comparten la ideología cuasi chavista de este gobierno – de “apadrinar” a ciertos grupos para que organicen una usurpación masiva de terrenos en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Desde ese momento, AnibalF – digámosle cariñosamente, Anibalcito o marioneta, lo mismo da – se encarga de meter ese verbo en cuanto acto lo tenga en su escenario. Y no es extraño. Al fin de cuentas, la marioneta no es más que eso, una marioneta.
Esta vez, refiriéndose a unos enfrentamientos en la estación central del ferrocarril Roca – Constitución – producto de un paro de trenes por parte de empleados de la línea y el enardecimiento de usuarios – y otros tantos que no - sin trenes y sin retorno a sus casas bajo un sol de más de 30°C , se le oyó decir que "hay algunos que asumiendo roles de padrinos, como en la película, roles mafiosos, han buscado con punteros políticos y personajes nefastos motivar determinadas acciones" Sí, como lo leen. No solo vive en Narnia, ahora cree que esta realidad argentina es producto de la cabeza de Scorsese o Tarantino, aunque pienso seriamente que debe serlo de Dante y sus fucking círculos del infierno. Pero esa es mi apreciación. Retomando. Estaba con los dichos de la marioneta. Adepto de las redes sociales – como toda diva que necesita de su público para ser – colgó un video en su blog en el que dijo: "(El 2010) No termina tan feliz como nosotros quisiéramos porque nos encontramos con cosas que van sucediendo. No ha sido un fin de año que pareciera que termina convulsionado, lo convulsionaron. Lo provocaron", claro, para no perdernos, según él, fueron provocados por los “padrinos” que “apadrinaron” estas desmadres para “desestabilizar” al gobierno perfecto, intachable y épico de Néstor y Crishtina, amén. No, no crean que es producto de la desocupación, la inflación, las desigualdades, la corrupción, la inseguridad, el odio alimentado por discursos violentos, casi castrenses, el hambre que crece, la desnutrición que avanza como bravo jinete… no, no sea menso, eso no pasa en Argentina, aunque este año hayamos sido declarados de los países con más inflación del mundo, casi compartiendo la línea con Eritrea, un país africano que se desangra en guerras, Argentina crece. Lo dice Cristina y lo recalca la marioneta. El que diga lo contrario es un oligarca, un ignorante, un apátrida y un mentiroso.

jueves, 17 de junio de 2010

El salmón Andrés Calamaro, la mentira popular


Por la noche y luego de lavarme las heridas y la sonrisa dibujada, decidí acostarme y navegar por ese mundo paradisíaco e infernal llamado “Twitter” No hice dos minutos de recorrido hasta que choqué contra un iceberg del tamaño del ego de los famosos. Corrí desesperado a través de la cubierta de mi barco imaginario hasta que llegué a la proa y pude verlo todo más claramente, tan claramente que me tembló el mentón y mordí mi labio inferior. Allí estaba Andrés Calamaro, un músico al que admiro desde siempre por los acordes y las palabras que regala a este mundo en do menor, un músico que me inspiró a tocar alguna vez la guitarra y disfrutar con ello. Allí estaba ese salmón, que dice ser, saltando contra el iceberg que acababa por incrustarse en uno de mis costados, con sus anteojos para el sol en medio de la noche fría y sus tatuajes floreándose en sus escamas. Se vanagloriaba de sus saltos, de la suerte de ser salmón y no barco, de la intelectualidad de sus pulmones, aunque me extrañó que tuviera si es un pez. Y como tal, se mofó, aplaudió, festejó a las corridas de toros y al salvajismo humano como si no fuera ni uno ni otro, que, aunque sea pez salmón, no es extraterrestre ni dios. “Es que me parece infantil pero imprudente comparar el sufrimiento humano con el de las bestias, nobles animales que comemos a diario” dijo, y continuó “Comemos sushi, extinguimos especies, comemos langostas que hervimos vivas, comemos carne asada por placer y encuentro cultural” doblando la apuesta y dando sus justificaciones, débiles y hasta infantiles, agresivas y de dudosa inteligencia, refiriéndose a la matanza de los toros en las plazas, ante cientos de personas, al mejor estilo del Coliseo. Recibió aplausos y palmadas en la espalda, pero también algún sacudón desde los hombros, a lo que contestó “No pequen de infantiles, de imprudentes, de caretas, de boludos, ¿no se dan cuenta la CRUELDAD implícita en el pataleo abolicionista?” y mientras vociferaba el salmón, mi rostro se despintaba con la rapidez de la tristeza de perder tantos sueños que sus acordes me habían regalado. Quise pasar de página, pero como vituperador, también soy curioso y obstinado. Algunos salmones y otros pececillos lametones de peceras festejaban las palabras del cantante pisciano, pero otros, disconformes con sus dichos (dichos que deben saberse públicos de una persona pública y por consiguiente, abiertos a ser debatidos por todo dios) le reclamaron, a lo que la respuesta del salmón terminó de desencantarme, jodiéndome la noche “No comemos por alimentarnos unicamente, comemos con placer cultural nuestro rito de la muerte asada, los toros no es deporte ni diversión” y remató “Si sigo leyendo estupideces voy a renunciar el derecho del twitt ; escuchen rock , lean libros buenos, salgan un poco del termo-net” como si solo los salmones fuesen ávidos lectores de buenos libros (¿qué será un buen libro para Andrés?) y escuchas de rock, a la postre, de estar tecleando desde su computadora y decir que sus detractores salgan del termo-net… justamente, el cantautor que supuestamente regala dos o tres temas por Internet de mal sonido para promocionar luego a sus discos amparados por grandes sellos y muchos ceros a la derecha de su aleta y su pluma. Miré al horizonte, solo un momento, y volví la vista al salmón… y lo mandé a la puta madre que lo parió. Acto seguido, corrí hacia la popa y meé sobre su último cidi. Mucho menos voy a bancar que te metas con mi chica, cabrón, pensé, tras leer que uno de esos latigazos fue justamente para quién comparte mi vida con barco, iceberg y todo. Seguiré escuchando tu música pero a sabiendas que cuando desenchufas el micrófono y la guitarra, no sabes ni en donde estás nadando. Y encima aparece alguien reclamando tolerancia… como si Andrés supiera que significa esa palabra.

lunes, 24 de mayo de 2010

El Señor bigotón y su Reino del Revés



Quiero ser objetivo. Incluso, trato de buscarle el lado positivo a las cosas. Juro que intento ver las cosas desde el peñón de las objetividades, pero no me dejan. Políticos como Aníbal F. desalientan a cualquiera. Es que el país en donde él vive, no es Argentina, es el Reino del Revés. Y en ese Reino de personas felices en las calles, la inseguridad no es tal sino una sensación, una simple y ligera sensación. O sea, los motochorros (léase, arrebatadores sobre dos ruedas), los menores de edad portando armas y cometiendo crímenes aberrantes protegidos por su condición de inimputables, las drogas baratas y malas, y las otras, que suman cada día decenas de asesinos en potencia a sus filas, la creciente violencia en las escuelas, los secuestros, las violaciones, y los largos etcéteras, no son tales sino miedos impuestos por los multimedios sensacionalistas que solo desean desestabilizar al gobierno y hacerse del poder. Todo eso es mentira o una exageración, en el mejor de los casos, para el petulante y fantasioso Señor Aníbal F. En su Reino del Revés, las cifras negativas del gobierno son manipuladas por el periodismo títere de esas multinacionales desestabilizadoras. Para él, es una farsa la inflación que se devora a los bolsillos de la gente en la calle cada vez que se paga lo mínimo indispensable para vivir, y se aferra, felizmente, a los números pintarrajeados y enflaquecidos del INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), un organismo público, de carácter técnico, que unifica la orientación y ejerce la dirección superior de todas las actividades estadísticas oficiales que se realizan en el territorio del país y que es visiblemente manipulado por un gobierno que pierde credibilidad como hojas un árbol en pleno otoño. Es así como los precios se disparan pero la inflación apenas se mueve. Como saltando entre las flores de su jardín mental, se pasea por todos los programas televisivos de farándula argentina y desde allí, denigra, insulta, irrespeta, basurea, menosprecia, a todos aquellos “incultos” “que no saben nada” de política y de realidades, y florea su verborragia coloreada con crayones de hipocresía. Apunta con su dedo y acusa, acusa a todo aquél que ose estar en contra de sus amos, denuncia y argumenta que todo es un complot, que todo es mentira; esa Argentina de niños muriendo de hambre, esa Argentina de salarios míseros, esa Argentina de confusión y desesperanza, esa Argentina… es un invento. No existe. Y todos nosotros lo escuchamos, y algunos le creen, otros no tanto, y otros no soportamos más que este personajito, abogado de mala muerte que está donde está porque se afilió a un partido político popular y se casó con todos los gobiernos corruptos justicialistas en pos de migajas más grandes, ese mismo personajito fabulador que no tiene autocrítica ni tampoco respeto por nosotros, los argentinos que sí vamos a la carnicería o a la verdulería y pagamos siempre más o que vemos morir bajo lluvia de balas a los hijos del pueblo que los gobiernos barren bajo la alfombra de la indiferencia, y no esos argentinos, veinte o treinta ladrones hijos de puta que han engordado sus patrimonios personales de forma descarada y que encima, nos quieren dar clases de dignidad y buenas costumbres. Sí, ese Reino no existe, personajito, existe esta Argentina que ni vislumbras o que no quieres ver por conveniencia. Estaremos en la calle cuando por fin abras tus ojos y verás que la verdad está en la boca de los que claman justicia y no en el bolsillo lleno de los arrogantes y los corruptos. Deberías saber que los títeres son útiles mientras sirven para sacar una sonrisa. Pero eso no es para siempre, una vez que dejan de servir se limpian el culo con ellos y los arrojan a la calle. Y ahí estaremos, bigote. Ahí estaremos.

domingo, 23 de mayo de 2010

Yo, el vituperador!

Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE):


vituperar.

(Del lat. vituperāre).

1. tr. Criticar a alguien con dureza; reprenderlo o censurarlo.





… y si bien no censuraré a nada ni a nadie (eso lo dejo para aquellos quienes no saben defenderse sino con la censura), voy a vituperar desgarrándome la piel, la carne, el alma, deshaciéndome en gritos o en letras, garabateándome en vano. Estoy harto de beber el néctar de las mentiras que nos sirven en copas de plata barata, estoy cansado de escuchar el mismo disco rayado de los esperanzadores de turno, estoy totalmente ofuscado por estar obligado históricamente a poner las dos mejillas a la estupidez de los estúpidos y de los que dicen no serlo. Voy a vituperar en voz alta, con los dedos afilados y los huevos bien puestos. No me va a temblar el pulso ni la lengua. No voy a dudar en disparar mis metrallas de verdades que se piensan pero que no se dicen. No voy a ser otro más en el ejército de cobardes, grises almas que se conforman con lo que hay, con lo que cae del gran plato. Quiero más. Merezco más. Voy a vituperar hasta quedarme mudo y en mi intento, trataré de que tú lo hagas, lector, que dejes de callar lo que piensas, que te arriesgues a decir tus verdades como puños. Tenemos mucho que decir y muchísimo más por hacer. Merecemos más que las migajas de una realidad inventada para que creamos estar vivos. Es nuestro turno. Tenemos la palabra. Ven. Vituperemos.